Cuando Casa Brutus se contactó con Rubén Mettini y le comentó que estaba armando su blog de agosto con la homosexualidad y la tercera edad como eje central, nos regaló el siguiente artículo de su autoría, que indaga acerca de esta particular tribu gay, que tiene su legión de admiradores.
La experiencia personal
Cuando decidí crear un perfil para una web de contactos, intentando hallar una pareja, y pasando de los 50 años, supuse que me escribirían hombres mayores de 40 años. No obstante me sorprendí de que me escribieran chicos de 20 a 25 años, que especificaban en sus perfiles su atracción por los hombres maduros. En ese momento no lo sabía. Luego me di cuenta de que yo entraba en la categoría de los silver daddies.
En la novela Tres noches, que acaba de ganar el premio Odisea, quise dar voz a los gays que están en esta etapa de madurez. Gente que en España tuvieron las cosas difíciles, desde el punto de vista político y social, para aceptarse. Y no me incluyo entre ellos porque, cuando tenía 20 años, con un grupo de amigos formamos el Frente de Liberación Homosexual en Argentina (FLH) y nunca experimenté sentimientos de culpa por mi opción sexual. Casi nadie escribe sobre estos gays maduros y tal vez son los que más lean. Resultan invisibles si frecuentan los lugares de ambiente. Son una especie de radiografías. Nadie se fijará en ellos. Esos lugares son para gente entre 18 y 40 años. Pero los maduros tienen una enorme presencia en las webs y son buscados por los chicos jóvenes y no tan jóvenes.
Un poco de historia
No hablo de un fenómeno nuevo. No penséis que el primer silver daddy fue Oscar Wilde, que sufrió por amor los caprichos de su joven amante Bosie y acabó en la prisión de Reading. Wilde también lo fue, pero el fenómeno es mucho más antiguo. Sócrates fue el primer silver daddy de quien queda documento escrito. Y esto ocurría allá por el 410 antes de Cristo. Platón hablo de él en muchos de sus diálogos, aunque en El Banquete presenta a Sócrates, centrado en el tema del amor. Un grupo de hombres maduros griegos se reúnen en un banquete para discutir sobre el sentimiento amoroso. Entre ellos hay algunos efebos. Sócrates no se caracterizaba precisamente por su belleza. Se lo describe como de pequeña estatura, vientre prominente y ojos saltones. Es evidente que su atractivo no estaba en su físico, sino en sus palabras y en sus razonamientos. En El Banquete, Sócrates se muestra bastante presumido con su efebo Alcibíades. Éste está enamorado de Sócrates, a pesar de compararlo con un sileno, los seguidores ebrios y lascivos de Baco. Digamos que físicamente era una especie de sátiro. El filósofo le dice a Alcibíades que el joven sólo tiene su belleza física para darle, un bien corruptible, que caducará con el tiempo, mientras que Sócrates le está dando su sabiduría, su concepción del mundo, un bien duradero. Vaya, Sócrates no era precisamente un dechado de humildad.
De donde vienen esas dos palabras
Digamos que los silver daddies son hombres entre 45 y 99 años. Aceptemos que los de 99 años no son muy numerosos por motivos obvios. El término significaría algo así como “papito plateado” o “papito de plata”. No es porque vayan cubiertos de plata por su edad, ni porque tengan dinero en exceso, aunque algunos jóvenes estén convencidos.
Si consultamos alguna web sobre silver daddies de Estados Unidos se entiende perfectamente el nombre. Las fotos nos muestran a hombres con aire de políticos o presentadores de televisión, afanosos de hacer brillar sus canas con un exceso de tinte plateado. Sus cabellos brillan como armaduras del imperio azteca. Sus caras muestran un estiramiento algo artificial. Supongo que, además de la tintura, también han pasado por varias cirugías faciales, tantas como Cher o Belén Esteban.
El modelo español o latinoamericano es mucho más natural, con canas auténticas y con las arrugas inevitables de la edad que añaden un cierto interés a su rostro. En otros casos los silver daddies han perdido casi completamente el cabello. Van casi rapados o son calvos, pero eso no los hace entrar en la categoría de bears u osos. Resulta cada vez más difícil hacer una clasificación de los homosexuales. Tendréis que perdonar mi incapacidad para caracterizar las diferentes tribus gays. ¡Existen tantas!
El amor y la relación de pareja
Generalmente se habla sólo de sexo en las revistas o publicaciones de ambiente. Se trata muy poco el tema del amor entre personas gays. Incluso hallé en blogs, críticas a la relación entre los maduros y los jóvenes, basadas solamente en criterios sexuales. Platón habló del amor. Me sumo a Platon y hablaré del amor. Toda relación amorosa se basa inevitablemente en un intercambio, de afecto, de conocimientos, de fluidos, de intimidad, de gustos. Este intercambio existe en cualquier pareja, aunque los dos chicos tengan 18 años. O ambos sean de 50.
En el caso del silver daddy con el joven, el joven aporta frescura, espontaneidad, incluso algo de analfabetismo, una limitación de conocimientos dada por su corta edad. El maduro aportará calma, reflexión, sentido común, experiencia de vida y una cierta cultura, si la tiene. Con este intercambio afectivo el mayor se rejuvenece y el joven madura a grandes pasos.
Esto no es atributo exclusivo de las legiones gays. Es un fenómeno casi “de libro”, entre los heterosexuales. Vemos infinidad de hombres de 40 ó 50 que dejan a su mujer “coetánea”, para volcarse en una joven de 20 y pocos años, joven que quedará fascinada por el madurito.
Para muestra bastan dos botones
He tenido la suerte de conocer unas cuantas parejas con una gran diferencia de edad entre ambos. Relaciones que han surgido por webs de contacto y que se han ido consolidando con el tiempo. Para muestra bastarán dos botones.
El primero son dos amigos argentinos. Al comenzar uno tenía 56 años y el otro, 20. Llevan cinco años viviendo una pareja estable y enriquecedora. Para el joven era la primera relación. En estos cinco años, el joven ha acabado su carrera de Periodismo y es profesor en la universidad. Sus padres han aceptado la opción sexual del hijo y también a su madura pareja. El maduro ha vivido una felicidad insospechada con el joven y hoy ninguno de los dos concebiría la vida sin el otro.
El segundo ejemplo es una pareja de Irún. El maduro tiene 47 y el pequeño, 19 años. Se conocieron por internet hace unos meses. En este momento acaban de alquilar un piso y están montando su futura casa.
En resumen, mi deseo es que el joven que se sienta atraído por un maduro no se crea un pájaro raro en sus afectos. Y el maduro que se identifique como silver daddy que no se quede mirando la televisión, creyendo erróneamente, que ya pasó su cuarto de hora. El mundo de los gustos es extraño e indefinible, plural e incierto. Hay gustos para todo y para todos. Y como decía mi madre “siempre hay un roto para un descosido”.
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