sábado, 1 de mayo de 2010

CHAVELA VARGAS - Icono del mes

Si laz voces de Latinoamérica fueran las Tres Marías, en el sur estaría Mercedes Sosa, en el centro Celia Cruz, y en el norte, la única estrella que aún brilla, Chavela Vargas.
El pasado mes cumplió 91 años, por eso es un buen momento para rendirle nuestro homenaje a la voz de México.




Isabel Vargas Lizano o como quizás la conozca todo el mundo “Chavela Vargas” nació en San Joaquín de Flores - Costa Rica un 17 de abril de 1919. Chavela sufrió mucho de pequeña y de adolescente y definitivamente eso marco su carácter para siempre. Chavela forma parte del quehacer cultural latinoamericano, es una artista única e irrepetible y ha sabido cultivar devotos en todas las ramas del arte, en todos los países y en todas las culturas!

Musicalmente hablando –o escribiendo- Chavela ha incursionado en muchos géneros como el folk, el bolero, la canción melódica y hasta la canción de protesta, pero es indudable que su fuerte, desde 1961 cuando apareció por primera vez en la escena publica popular, es la canción ranchera: un género musical muy masculino y sensual, cantado generalmente por hombres. Ahí fue donde Chavela comenzó a “escandalizar a la sociedad” al cantar canciones normalmente interpretadas por hombres sobre su deseo por las mujeres, se presentaba menudo vestida como un hombre, fumando tabaco, bebiendo mucho, llevando pistola y era –y es- reconocida por su característico poncho rojo. En una entrevista para la televisión colombiana en el año 2000, expresó abiertamente que era homosexual. Chavela es a pesar de sus 91 años y del hecho de estar casi postrada en su silla de ruedas se mantiene como un referente de la libertad de expresión y el libre albedrío, una mujer que ha luchado por sus derechos y se ha plantado ante la adversidad, un ejemplo de fortaleza, trabajo, ética y convicción.






Ha gradado con los más importantes artistas del mundo en este recorrido de casi 60 años de carrera profesional, su voz tan característica y su forma de interpretar cada tema musical con pasión visceral ha hecho que ella sea un mito para personalidades como Miguel Bosé, Joaquín Sabina (quien le dedico “Por el bulevar de los sueños rotos”), Carmen Aristegui (quien colaboró en dar formato a su biografía), Alejandro González Iñárritu (quien la dirigió en Babel) o Pedro Almodóvar (quien la convoco para participar en los soundtrack de varias de sus películas como: La flor de mi secreto o Carne Trémula). Y más recientemente a artistas de la nueva generación como Lila Downs y Concha Buika.

Chavela de una fuerte personalidad y gran vitalidad, es sin duda la mejor voz que se ha oído en México, y hace poco hizo público un balance de su vida y a los 91, ya amortizada, no se calla nada: llama a las cosas por su nombre y se ríe de todo. Aquí te acercamos tanto parte de la nota de Gastón García que salio publicada en el Diario Clarín bajo el titulo “Chavela Vargas: lengua larga”; como la descripción de su discográfica.




Señora de las nueve décadas. La maestra de la ranchera melodramática en una imagen de la década de 1940.





Nota Clarín al cumplir 90 años


Chavela, se la ve bien. Decían que estaba muy enferma...

¡Sí! Tú di que sí, que estoy muy enferma, que me muero, dilo. Di que me estoy muriendo... ¡para joderlos a todos!

La gran cantante acaba de cumplir noventa años y la Ciudad de México lo festejó con honores en un concierto masivo. Ella subió al escenario con su poncho y en silla de ruedas. La misma silla en la que nos recibe y que de a ratos abandona para caminar con su perra como parte de un plan de ejercicios alrededor de la casa donde vive, una casa modesta con parque, propiedad de una amiga que la acoge hace años. La parte que ocupa Chavela son dos habitaciones donde nada da cuenta de su biografía. A la vista no hay ni ponchos ni discos de oro, pero sí una cantidad de fotos. En casi todas posa en compañía de Pedro Almodóvar: "Me gusta pasear con él. Pedrito viene a este pueblo, vamos al mercado y él está contento. Nadie lo conoce ni lo molesta... A mí sí."

"¿Y cuándo voy a volver a caminar yo?", le pregunta a la mujer que la acompaña, y mira al cerro Tezpoteco que bordea su casa, sobre una calle transitada que el más melancólico cartógrafo llama el Boulevard de los Sueños Rotos.

Chavela Vargas nació con el nombre Isabel Vargas Lizano en Costa Rica y en 1919. Llegó a México a los diecisiete años; escapaba de dos pestes: su familia y la miseria. Su nuevo país la acogió como propia y le dio todo para quitárselo luego y volvérselo a dar. Si México ayudó y dio formación a la cantante, fue la Vargas misma la que a su vez le dio forma a un México mítico. Chavela fue protagonista de lo mejor de una época y de un país hecho canción. Amiga de José Alfredo Jiménez, Frida Kahlo, León Trotsky, Diego Rivera, hoy los sobrevive como ha sobrevivido a un tiempo que de tan lejano, tan mítico, parece irreal. La voz desgarrada, tierna y pura, las canciones perfectas, todos los escenarios que ha pisado: la gloria absoluta se perdió en noches de borracheras.

"Ya no hay tequila bueno en México; me lo he bebido todo", dijo alguna vez, pero la famosa frase tenía su revés. "Estaba hundida en profundidades espantosas", confiesa hoy. Un día vio a Mercedes Sosa en la televisión, durante un concierto en México. Cuando le tiraron flores, la Negra dijo: "Llévenselas a la tumba de Chavela Vargas". Así de muerta estaba, y así decidió resucitar. Volvió a la vista de todos, en teatros de mala muerte en el DF, primero; con el éxito en la Gran Vía de Madrid, al poco tiempo. El cine, los teatros se entregaban a ella, y todo el mundo –que la creía muerta y enterrada– la reivindicaba. Por fin.

¿Cómo se escribe su historia, Chavela?

Una historia no se escribe así nomás. Todo lo que te rodea escribe tu historia.

¿Y cómo llegó hasta acá?

Cómo se llega a cantar lo que se canta, yo no lo sé. Cómo llegué a esto, tampoco lo sé. Es un misterio, algo muy extraño. No se es cantante porque uno canta. Se necesitan otras cosas. Es un misterio. El dolor y el cantar son otra cosa.

¿Qué es cantar para usted?





Cuando naces chiquitita, te dan un golpe en la cabeza con un ramo de flores. Algo se queda allí, pequeñito, muy pequeñito, que va creciendo y te lo pone blanco como yo lo tengo ahora. Allí hay un secreto que no sabemos, que nunca sabremos, que nos rompe el alma pero también nos mantiene vivos. Eso es cantar. Hay gente que no sabe nada de la música; nosotros, sí. Nosotros sabemos lo que estamos diciendo, sentimos lo que estamos cantando. Cada vez que nos paramos ante un micrófono nos encomendamos a Dios o a quien sea, ¡y ahí te voy!

¿El escenario quita los dolores?

El escenario tiene un encanto, una belleza, un poderío brutal. Es muy extraño, te acostumbras. Estás ahí arriba y no sientes nada.

¿Qué tiene México? Porque llegó un día y ya no se fue...

Yo a México lo amo. Este país tiene todo lo hermoso. México es mágico. La palabra lo dice: Mé-ji-co... Má-gi-co (susurra)... Tiene todas las bellezas del mundo. Los hombres más hombres y los maricones más maricones, ja ja.

¿La música es una de las contenedoras de esta magia?

Claro, es maravillosa. La música mexicana no le pide nada a nadie. Aunque ahora se está perdiendo identidad. En la televisión contratan un par de putillas y ni siquiera cantan, es triste. Por cantar una canción, pasan diez días ensayando, un día cantándola y les sale mal. Se está acabando el primor de la música mexicana, se acaba por no regar la mata, porque a nadie le importa nada.

Para colmo, ahora la violencia y las malas noticias de México están en todos los diarios...

México te destantea todo el tiempo. Te paras en lo seco, o te paras en lo mojado, ves un país enorme. México está dormido, pero no es así. Nunca sabes qué pasó, porque siempre pasa algo, a diario tiembla... pero a diario amanece.

¿Cómo es su relación con los jóvenes?

El otro día suena el teléfono y me dicen: "Hola, güey". "¿Cómo que güey? –le digo–. Me llamo Chavela, no güey. Mira, si tú me llamas güey, yo te digo pendeja, a ver qué te parece." "Ah, perdone, no sabía que era de otra época", me dice. Y aunque no hubiera sido de otra época, a mí se me respeta, porque yo respeto.

¿Qué discos escucha?

Nada. Casi no tengo discos. Y cuando pongo música, pongo música clásica. Me trae muchos recuerdos, me lleva a Pedro... Adoro a Pedro, recuerdo cuando caminábamos de la mano por Madrid, me gusta oírlo, saber de sus cosas. Caminamos y nos contamos cuentos, él a mí y yo a él, nos contamos los sueños que soñamos o que soñaremos algún día... y así va pasando la vida. Y un día ves que te salió una cana, y otro ya se te cayó toda la nieve encima.

¿Le gusta el jazz?

No.


¿Ha oído a los Beatles?

No, para nada. Los odiaba. Me parecían los más idiotas que ha parido la tierra. Con esos flequillitos, esos peinados de putos...

Chavela maneja la conversación a su ritmo: emociona, divierte con una salida ocurrente, se queja, canta...

Llorando la encontré/
llorando la perdí/
como no sé querer/
cantando he de morir ...


Y para, y me dice que les mande un beso a los argentinos: "Son hermosos los argentinos, pero lloran por cualquier cosa. Una vez estábamos en una reunión, eran unos cuantos argentinos y yo les cantaba: Cuando llueve, los animales se refugian/ menos yo, menos vos... Cuando levanté la vista, ¡todos llorando!".

¿Y usted? ¿Es nostálgica?

No. He vivido una vida maravillosa. ¡Qué borracheras nos metíamos! Pasábamos tres días en la cantina del Tenampa. Tres días sin comer. Eso mató a José Alfredo Jiménez, acabó con su hígado; yo, en cambio, sí comía. Nos servían muy bien allí, qué cuentos... ¡y qué cuentas!





Recuerda siempre a José Alfredo...

Cuando se moría José Alfredo, yo le decía "No te mueras, no te mueras", y él me respondía: "Cállate, cabrona, no ves que sí". "No me quiero morir", me decía. "Cuando yo me muera, voy a rezar", le decía. "Que Dios te oiga", me respondía él. Y yo: "¿Qué me va a oír Dios con tanta vieja buena que hay por ahí?".

¿Cree en Dios?

Te voy a decir una cosa muy interesante, que a mí me espantó. Estaba con unos historiadores en España, platicando, comiendo. Yo les pregunté por aquello de que Dios ha muerto. Y uno me responde: "Es que Dios no ha nacido". "¿Entonces en qué creo?", le dije. "En nada", me dice. Yo estaba desconcertada, y muy intranquila. Me quedé pensando y decidí agarrar el camino más fácil: "Voy a creer". Qué angustia, la colmena de miel que yo tenía en el alma empezaba a desaparecer. Me fui a mi cama y lloré toda la noche.

¿Siente amor a su alrededor?

Yo no. Poco amor. Yo en el amor no creo. Yo creo en el que te quiere porque quiere. Pero que nadie espere nada de nadie. El amor bonito es el que se va haciendo con los que se quieren sin compromiso, el amor sincero, que es muy difícil, porque si no hay pleitos por una cosa, las hay por otras.


¿Así ha sido siempre?

Sí, cuando yo era borracha pensaba que ya estaba desgraciada, que todo lo que me pasa era por la borrachera. Y que conste que fui borracha porque me dio la gana, no le echo la culpa a nadie. Llegará el día en que me muera y no me confieso porque perdí la fe aquel día. Absolutamente la perdí, con mucha tristeza, pero la perdí. Hice un acto de contrición, pedí permiso y pedí: no quiero volver a beber. Me costó mucho dejar de beber después de veinte años. Lo dejé y lo dejé para siempre. Dejé de beber y dejé de fumar, dos cosas espantosas.

¿Le tuvo miedo a la muerte?

No, nunca.

¿Y ahora?

(Y ahora suena un teléfono, un celular que elige el momento menos oportuno. Se quiebra el clima de la charla. Todos se ponen nerviosos, pero Chavela no se amilana.)

"Ahí me está llamando –retoma Chavela–. Es que uno la nombra y aparece... ¡Que venga si quiere, no le tengo miedo!", torea.

¿Qué es lo mejor de su vida?

La vida vale la pena, sobre todo con amigos. Tengo amigos como Pedro, que tanto quiero. El me dio mucho. "De acá me la llevo porque no la comprenden", me dijo. Y llegué a España media dormida y de un día para el otro ya había empezado mi carrera otra vez. Aquí vino hace poco, solo, vino a tomarse su refresquito. Las señoras le hicieron de comer lo que a él le gusta, y la pasamos requetebien ese día.

¡Qué vida la suya, Chavela!

He vivido una vida deliciosa, pero me he roto el alma cantando. Ha sido una vida llena de encantos, pero la terminé con tres pesos...

El sol ya se oculta tras el cerro. Ella se distrae con la perra. La busca por la casa, la llama: "Ven, chiquita mía, Lola, Lolita, ven". Estira sus brazos, la perra viene y se pega a Chavela. Ella la alza, la acaricia, la besa y al oído le susurra una canción

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